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Alejandría, Amón-Ra, Amonio, Antonio, César, Cesarión, Cha'em, Cleopatra, Egipto, Filadelfo, Julio César, Khnun, Mitridates, Nilo, Tach'a, Tolomeo XV
Quien puede negar que el estar enamorado es uno de los mayores placeres de la vida, el estado descrito por tantos poetas y literatos de diferente índole, cuantas canciones y sin embargo nos sigue sorprendiendo la capacidad de empatizar con cada verso o rememorar experiencias propias. Y si de amor e historias hablamos pues el amor de Cleopatra hacia Julio César es uno de los más inspiradores, de los que se tenga anales en el tiempo y es que refresca ver la entrega de la Diosa Reina, ante la imponente figura del Conquistador Romano, es el amor de un pueblo entero, el amor del Nilo, el amor de sus dioses e hijos lo que desgrana en el pecho de la puber Reina. Aparte el siguiente registro es un testimonio de los acontecimientos políticos de Roma y Egipto para la fecha, de las costumbres de cada uno de sus reinos y de la política de más alto nivel. Es desde entonces que nos llega uno de los relatos más hermosos de los que se tenga memoria, fue escrito por la Reina entre Junio y Septiembre del año 47 a.C., y que hoy copiaremos textualmente sus líneas como:
La carta de una niña Diosa Cleopatra a su venerado amor Julio César
Mi querido, maravilloso y omnipotente dios en la tierra, mi cesar, dios del Nilo, dios de la inundación, hijo de Amón-Ra, reencarnación de Osiris, amado de la faraona te echo de menos.
Pero todo esto es nada, querido César, comparado con la buena nueva de que el quinto día del pasado mes de pered di a luz a tu hijo. Mi ignorancia no me permite traducir la fecha exactamente a vuestro calendario, pero fue el vigésimo tercer día de vuestro junio. Se halla bajo el signo de Khnun el Carnero; el horóscopo que insiste en que encargará a un astrólogo romano dice que será faraón. No hacia falta malgastar dinero para enterarse de es. Ese hombre era muy reservad, no hacía más que murmurar que se produciría una crisis en su decimoctavo año, pero que la posición de los astros no lo permitían ver con claridad. ¡Es precioso, mi querido César! Horus en persona. Nació antes de tiempo pero perfectamente formado. Sólo un poco flaco y arrugado…, se parece a su tata. tiene el cabello dorado, y dice Tach’a que sus ojos serán azules.
¡Tengo leche! ¿No es maravilloso? Una faraona debe alimentar siempre a sus hijos ella misma: es la tradición. Mis pequeños pechos rezuman de leche. El niño es tranquilo pero con una voluntad férrea, y te juro que la primera vez que abrió los ojos para mirarme sonrió. Es muy alto; mide más de dos pies romanos. Tiene el escroto grande y también el pene. Cha’em lo circuncindó según la costumbre egipcia. El parto fue fácil. Noté los dolores, me senté en cuclillas sobre un grueso montón de sábanas de hilo limpias, y llegó él.
Se llama Tolomeo XV César, pero lo llamamos Cesarión.
Las cosas van bien en Egipto, incluso en Alejandría. Rufrio y las legiones están bien instalados en su campamento, y las mujeres que les distes como esposas parecen haber aceptado su suerte. La reconstrucción continúa, y yo e empezado el templo de Hathor en Dendera con las piedras grabadas con los signos de Cleopatra VII y Tolomeo XV César. Trabajaremos también en Filae.
Mi queridísimo César, te hecho mucho de menos. Si estuvieras aquí podrías ocuparte de gobernar con mis buenos deseos; no me gusta tener que apartarme de Cesarión para tratar con armadores en litigio y terratenientes ariscos. Mi marido Filadelfo, a medida que crece, se parece cada vez más a nuestro hermano muerto, a quien no añoro ni remotamente. En cuanto Cesarión tenga edad suficiente, despediré a Filadelfo y elevaré a nuestro hijo al trono. Espero, por cierto, que te asegures de que Arsione no escape de la custodia romana. Es otra que me derrocaría al instante si pudiera.
Ahora la mejor noticia de todas. Con la guarnición bien instalada en el campamento, hablé con mi tío Mitridates y le hice prometer que cuando tú te establezcas en Roma, el gobernará en mi ausencia mientras te visito. Sí, ya sé que dijiste que una faraona no debía abandonar su país, pero una razón me obliga: debo tener más hijos contigo, y antes que vuelvas al este a combatir contra los partios. Cesarión debe tener una hermana con la que casarse, y mientras no sea así el Nilo corre peligro. ¡Pues nuestro próximo hijo podría ser otro niño! Hemos de traer al mundo una cantidad de criaturas suficiente para asegurarnos de que sean de ambos sexos. Así que, te guste o no, ire a verte a Roma tan pronto como hayas derrotado a los republicanos en África. Ha llegado una carta de Amonio, mi agente en Roma, y en ella dice que los acontecimientos que allí tienen lugar van a mantenerte atado a Roma durante un tiempo cuando te hayas establecido de manera indiscutible en el gobierno. Lo he autorizado a construirme un palacio, pero necesito que me concedas los terrenos. Según Antonio, es muy dificil llegar a un acuerdo con un ciudadano romano para que actúe como supuesto comprador en la adquisición de terreno de alto nivel, así que una cesión tuya aligeraría y simplificaría las cosas. En el capitolio, cerca del templo de Júpiter Óptimus Máximus. El sitio lo e elegido yo. Le pedi a Amonio que me encontrará el lugar con mejores vistas.
En honor a nuestro hijo, te mando con esta carta cinco mil talentos de oro.
Escríbeme por favor. Te hecho de menos, te hecho de menos, te hecho de menos. Sobre todo tus manos. Todos los días rezo por ti a Amón-Ra, ya Montu, dios de la guerra.
Te quiero César!